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¿Tenía algo que decir Hedy Lamarr sobre lo que ocurría en su Viena natal?
La inexpresividad de la austríaca llegaba a lo más alto en 'Ziegfeld Girl', mareante melomusical, diseñado para distraer la atención.
Pero se acabó mirar para otro lado y poner cara de póker. En 1941, iba a terminarse la neutralidad.
La película más taquillera del año apoyaba la idea.
Gary Cooper era el 'Sargento York', reflexivo cuáquero llamado a filas, que se replanteaba su pacifismo.
Porque la época requería de su bonomía en los alambrados frentes.
Sí, Europa necesitaba al Sargento York.
En 1941, Hitler estaba ganando la guerra.
Gran Bretaña combatía sola y desesperada, mientras los alemanes se asentaban en la Francia ocupada y se lanzaban a por los Balcanes.
Los aviones de la Luftwaffe eran pájaros de fuego sobre el cielo de Londres, mientras Stalin exageraba en sus patrióticos discursos y en sus optimistas pronósticos.
Y fue entonces cuando Hitler cometió el mismo error que Napoleón.
Entonces, su entrada en la Unión Soviética fue el indicativo de que Alemania iba a gobernar el mundo.
En retrospectiva, supuso el gran error del dictador de la esvástica.
Stalin y Churchill se acercaron, con el manifiesto deber de unir fuerzas ante el peligro, aunque nunca dejaron de mirarse con la ceja levantada.
Había que desconfiar de todo. De Cary Grant en 'Sospecha', de todos los personajes de 'El Halcón Maltés' y de la felicidad eterna.
'Serenata Nostálgica' era raramente visionaria.
Empezaba como una ligera comedia romántica y se convertía en un sombrío melodrama.
Bebés perdidos, vinilos crepitantes y una pareja condenada por su imposibilidad de conseguir la maldita felicidad.
Cary e Irene salían de entre las sombras, siempre obsesionados con volver a intentarlo.
De entre las sombras, también aparecían las piezas maestras del año, iluminadas por Gregg Toland.
La fordiana 'Qué Verde Era Mi Valle' homenajeaba al tiempo perdido, aquel donde papá sabía lo que había que hacer.
Y, claro, Orson.
'Ciudadano Kane', de cómo el dinero construye a los sátrapas, de cómo la prensa idea las guerras, de cómo las barreras cinematográficas pueden derribarse con sólo veinticuatro años.
Quizá el prodigioso debut de Welles fue demasiado diletante y complejo para un 1941 que necesitaba un mensaje claro e inequívoco, del estilo del 'Sargento York'.
'Yes, Indeed!', tocaban los hermanos Dorsey.
Los sonidos eran cada vez más ligeros, más mecánicos, irónicamente propios de una marcha paramilitar.
¡Chattanooga Choo Choo! Soldados, en formación.
Alice Faye y la tutti-frutti Carmen Miranda daban lo mejor de sí mismas en 'That Night in Rio', paraíso de Technicolor, tan indispensable en los años venideros.
Porque poder sonreír un instante significaba sobrevivir a la triste realidad.
Los nazis decían encontrar la 'solución deseada' al problema judío. Así, los marcaron a todos con una estrella de David, con la palabra Jew.
Y entró en escena el Japón imperial, decidido a cobrarse victorias con la connivencia del Eje fascista.
Puso los ojos en Hawaii y, tras recibir la señal esperada, atacó la base naval de Pearl Harbor.
En diciembre, la guerra era oficialmente mundial.
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Eric Dane