Muchos la utilizan como la explicación de una homosexualidad recién descubierta, quizá todavía no digerida.
Así, el individuo se vestiría de bisexual, cuando se vive entre la costumbre de vivir heterosexualmente y las ganas de desarrollarse homosexualmente.
Lo demás, son sólo papeles escogidos, represiones de la convención, imágenes de nosotros mismos y maneras de funcionar en la sociedad, firmando así un contrato para regular y civilizar nuestros deseos.
El deseo es una escalera, y los genes, el comportamiento hormonal y el desarrollo psicosocial colocarían al individuo en un escalón. Ascender o descender es más fácil de lo que parece.
Según estos prejuicios en torno a los homosexuales, tanto un machote como una belleza no podrían ser gays, sino traumatizados, confundidos, coquetos o eventualmente bisexuales.
Aludir a épocas de exceso y desmadre también conlleva hablar de bisexualidades excéntricas.
¿Eran los divos glam de los setenta unos seres del futuro o simplemente unos apologetas de lo ambiguo un tanto desesperados?